viernes, 17 de julio de 2009

La novela virtual

Hola Noemí:
Después de pensarlo un poco, decidí dar el puntapié inicial, y comenzar con la "novela". Ahí va mi primer capítulo. Tal vez, la podamos seguir después del receso.Gracias por este juego y por la oportunidad de sentirnos escritores por un rato, a pesar de los errores. Saludos. Silvia Aguña.

La decisión de Jacinta

Esa mañana Jacinta se despertó antes de que sonara la alarma del reloj. Se sentía inquieta, nerviosa. Un pensamiento recurrente la acompañaba desde el día de ayer y la había arrancado de la cama, a pesar del frío y del cansancio.

Todo había comenzado con ese comentario de su jefe, tan poco feliz, tan desconsiderado. Esa frase, cayendo como un latigazo, dicha con ese torno burlón y sobrador al que tenía acostumbrado a todos los obreros. “Nunca vas a salir de pobre, Jacinta, sabelo”. ¿Qué sabía él del futuro? ¿Por qué no podían cambiar las cosas? Nadie tenía comprada la riqueza ni la felicidad, y algún día, todo podía ser diferente. Bueno, tal vez, no tan diferente, pero un poco mejor sí. No pedía mucho. Levantarse un poco más tarde, viajar un poco mejor. Que el colectivo pasara más cerca del barrio, o que el transporte de la fábrica la retirara directamente de su casa. Bueno, eso sí que sería la gloria.

Por más que lo intentaba, el mismo pensamiento la seguía rondando. ¿Así serian las premoniciones de las que hablaban el otro día en la tele? De repente recordó la tapa de aquella revista que había curioseado mientras esperaba el tren: diez claves para entender sus sueños. No había duda: ese número tenía un significado. 143. Ciento cuarenta y tres. Uno, cuatro, tres. Ciento cuarenta y tres… Los días que faltan para las vacaciones… O, tal vez, un aumento de sueldo… La cuenta de la despensa. No, eso no; la deuda debe ser mucho más grande, si con todo esto de la enfermedad y lo que gasté en remedios, el mes pasado no pude pagarle a Fermín.

Pero en realidad, pensándolo mejor, no fue un sueño. El número fue una visión. Sí, una visión. Lo recuerdo perfectamente. Después que López, el supervisor de sección, se fue, me acerqué a la pared para bajar la palanquita de la máquina, y lo ví, estaba ahí. Ciento cuarenta y tres. Bueno, no es que estaba escrito. Estaba como flotando, suspendido. Eso es, suspendido en el aire, esperándome, el tiempo suficiente para que yo lo descubriera. Y después desapareció. Se desvaneció. Se desintegró. No estaba más. Nunca más.

Pero en definitiva, ¿Qué importa si fue un sueño o una visión? Lo realmente importante es saber qué significa ese número. O mejor dicho, qué puedo hacer con ese número. Porque por alguna razón lo ví.

¿No será como en aquélla película en la que actuaba Susana y Monzón? No. No todo tiene que ser tan malo. Mi número es un número de suerte, no de desgracia. Ya le voy a demostrar a López como Jacinta, la de la máquina dieciocho, puede salir de pobre.


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